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Mostrando las entradas de mayo, 2011

Oración de Santa Teresa de Jesús

Nada te turbe, Nada te espante todo se pasa Dios no se muda La paciencia todo lo alcanza quien a Dios tiene nada le falta Sólo Dios basta. Eleva el pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga nada te espante. ¿Ves la gloria del mundo? es gloria vana; Nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico es promesas, Dios no se muda. Ámala cual se merece, Bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza. Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios su tesoro, nada le falta. Id, pues, bienes del mundo, Id, dichas vanas; aunque todo lo pierda Sólo Dios basta.

Plegaria en tiempo de sufrimiento

Un pensamiento de Santa Faustina Kowalska… OH, si el alma que sufre supiera cuánto Dios la ama, moriría de gozo y de exceso de felicidad.  Un día, conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no podremos sufrir.  El momento actual es nuestro. Jesús, no me dejes sola en el sufrimiento. Tú sabes, Señor, lo débil que soy.  Soy un abismo de miseria, soy la nada misma.  Por eso, ¿qué habría de extraño si me dejaras sola y yo cayera?  Soy una recién nacida, Señor, por eso no sé sostenerme por mí misma.  Sin embargo, a pesar de todo abandono, confío, y a pesar de mis sentimientos, confío y me estoy transformando completamente en la confianza, muchas veces a pesar de lo que siento.  No disminuyas ninguna de mis aflicciones, sólo dame fuerza para soportarlas.  Haz conmigo lo que Tú quieras, Señor, sólo dame la gracia de poder amarte en cada acontecimiento y circunstancia.  Señor, no disminuyas mi cáliz de amargura, sólo dame fortaleza para que pueda beberlo todo. *.¸¸.•*¨*•.¸¸.*.¸

A la Madre de Dios

Oh María, Madre y Señora mía. Te ofrezco alma, cuerpo, vida y muerte; y todo lo que a ésta siga, lo dejo todo en tus manos. Oh Madre, cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracias de la pureza de corazón, alma y cuerpo. Defiéndeme con tu poder de mis enemigos, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo la máscara de la virtud… Fortalece mi alma para que el dolor no lo abata. Madre de gracias, enséñame a vivir según el poder de Dios. Oh María, una espada terrible ha traspasado tu santa alma.  Nadie sabe tu sufrimiento, excepto Dios.  Nada abate tu alma, es valiente porque Jesús está con ella. Dulce Madre, une la mía a Jesús, porque sólo así resistiré todas las pruebas y tribulaciones y sólo mediante la unión con Jesús , mis pequeños sacrificios complacerán a Dios.  Dulcísima Madre, continúa enseñándome de la vida interior.  Oh Virgen pura, derrama valor en mi corazón y custódialo. Amén.

La Oración de un Padre

Dame, ¡Oh Señor! Un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando siente miedo; un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota, honrada y humilde y magnánimo en la victoria. Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho; un hijo que sepa conocerte a Ti... y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento. Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos.  Allí déjalo aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan. Dame un hijo cuyo corazón sea claro, cuyos ideales sean altos; un hijo que se domine a sí mismo antes de pretender dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír pero que también sepa llorar; un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca olvide el pasado. Y después que le hayas dado todo esto, te suplico, agrégale suficiente