Dame, Señor, un hijo… Que tenga la fortaleza de reconocer cuando ha flaqueado; el valor de enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo. Un hijo que lleve alta la frente en la honrada adversidad de la derrota, y que sea modesto y gentil en la victoria. Un hijo que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho; que no se contente con solo desear en vez de realizar. Un hijo que te conozca a Ti y se conozca a si mismo… y sepa que en conocerse el hombre a si mismo, se encuentra el fundamento de todo saber. No lo guíes, Señor, por el camino cómodo y fácil, sino por el sendero áspero, espinoso y difícil donde las dificultades son acicate y reto para vencerlas. Allí… déjalo que aprenda a hacer frente a las tempestades, a sostenerse firme y seguro en medio de ellas. Dame, Señor, un hijo capaz de compadecerse de los que flaquean y fracasan. De sano corazón y altos ideales; capaz de dominarse él mismo antes de pretender dominar a los demás. Un hijo que aprenda a reír… pero que ta
Para sentirnos mas cerca de Dios