Hay un cuento maravilloso acerca de un hombre que en una ocasión se dirigió a Dios, con el corazón desgarrado por el dolor y la injusticia humanos.
– Dios mío – exclamó -, ¿ya viste cuánta angustia, cuánto sufrimiento y desolación hay en el mundo? ¿Por qué no envías a alguien para que nos ayude?
Y Dios le respondió:
– Ya lo hice: te envié a ti.
Cuando les contemos este cuento a nuestros hijos, debemos decirles que Dios los envió para que ayudaran a componer este atribulado mundo, y que esa no es una labor de un instante, ni de un año, sino de toda la vida.
En lugar de quejarnos por las cosas que vemos mal, tratemos de hacer algo al respecto. Recordemos siempre el lugar que ocupamos en este mundo y lo importante que es nuestro papel para hacer de éste, un mundo mejor.
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