Oh María, Madre y Señora mía.
Te ofrezco alma, cuerpo, vida y muerte;
y todo lo que a ésta siga, lo dejo todo en tus manos.
Oh Madre, cubre mi alma con tu manto virginal y
concédeme la gracias de la pureza de corazón, alma y cuerpo.
Defiéndeme con tu poder de mis enemigos, especialmente
de aquellos que esconden su malicia bajo la máscara de la virtud…
Fortalece mi alma para que el dolor no lo abata.
Madre de gracias, enséñame a vivir según el poder de Dios.
Oh María, una espada terrible ha traspasado tu santa alma.
Nadie sabe tu sufrimiento, excepto Dios.
Nada abate tu alma, es valiente porque Jesús está con ella.
Dulce Madre, une la mía a Jesús, porque sólo así resistiré todas las pruebas y tribulaciones y sólo mediante la unión con Jesús , mis pequeños sacrificios complacerán a Dios.
Dulcísima Madre, continúa enseñándome de la vida interior.
Oh Virgen pura, derrama valor en mi corazón y custódialo.
Amén.
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